Todos somos carnaza
Pablo G. Naranjo
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No hay aficionado a las películas de serie B de los años 70 y 80, a la cultura del videoclub y a los justicieros más duros que no vaya a disfrutar de esta gozosa historia de testosterona, balas y cocaína a raudales en la que un puñado de perdedores se internan en las entrañas de un edificio de oficinas corrompido por el mal dispuestos a repartir justicia con sangre y plomo.