Víctor y sus amigos tienen por delante la perspectiva de dos semanas de vacaciones. Qué bien, ¿no? Pues en realidad no, porque Víctor no esperaba nada muy prometedor. Sabía muy bien lo que venía con las vacaciones: las prisas y las carreras por la casa antes de salir, su padre, preocupado por que sus compañeros de la Caja de Ahorros hagan alguna trastada, el viaje metidos todos en el coche como en una lata de sardinas, y la constante advertencia... "Víctor, no te vayas donde no cubre", "Víctor, no molestes a los señores con la pelota", "No, otro helado no, …
A la salida del colegio Víctor y sus amigos Patricia, Lucas y Matías admiran el escaparate de la nueva tienda del barrio. Admirar es la palabra correcta, porque saben que lo único que pueden hacer es mirar desde afuera del cristal, con impotencia y frustración. No pueden comprarse nada pese a que cada uno de ellos jura que en su casa "realmente lo han intentado todo". Víctor está especialmente contrariado, no entiende cómo puede ser que su padre, que trabaja en una Caja de Ahorros, no le dé credibilidad a su plan de negocios: un plan buenísimo, y además plenamente …