Entre los brazos del escritor Jesús Díez, están desnudas las ciudades que él ha interrogado y que la distancia inventa. ¿Dónde terminan las ciudades, dónde comienza el escritor? Dónde encuentra las respuestas a lo ilimitado de sus deseos y sus miedos, de las sombras y los colores de las calles recorridas, de las ficciones realizadas. Más allá de los números que marcan las agujas de un reloj, en sentido contrario, el rostro del tiempo es un sueño que se aleja en los ojos del viajero. De regreso, él da comienzo a una y mil cartas de luz cegadora, donde una …