“Miré el reloj. Él regresaría a casa en cualquier momento. Subí por las escaleras para asomarme al cuarto de los niños y asegurarme de que estuvieran dormidos. Lo estaban, así que bajé y volví al dormitorio. Me senté en la cama, esperando. Los minutos se sintieron como horas. Era consciente de que en cualquier segundo escucharía las llaves abriendo la cerradura de la puerta principal. Los sonidos del hombre de la casa, el padre, el hombre que me pagaba, Loui Viggo, entrando a su propio hogar. A su castillo. Y me encontraría ahí. Desnuda. En su cama. Lista para seducirlo.” …